Los sueños de salir a estudiar al exterior y las realidades al regresar

Una vez superada parcialmente la interrupción abrupta de la vida que trajo consigo la pandemia, los colombianos vuelven a hacer planes para irse a estudiar por fuera. Era una tendencia que venía en aumento y que el covid revirtió momentáneamente. En total, Migración calcula que son más de 643 mil los colombianos que salieron a estudiar entre 2012 y 2019.

Una vez superada parcialmente la interrupción abrupta de la vida que trajo consigo la pandemia, los colombianos vuelven a hacer planes para irse a estudiar por fuera. Era una tendencia que venía en aumento y que el covid revirtió momentáneamente. En total, Migración calcula que son más de 643 mil los colombianos que salieron a estudiar entre 2012 y 2019.

Para entender los argumentos de los que se fueron y volvieron, y de los que se lo están pensando para volver, La Silla Vacía, en alianza con COLFUTURO, entrevistó a nueve personas que han estudiado afuera. Sus experiencias ilustran cómo la apuesta por conseguir una educación afuera se ven recompensadas en mejores trabajos, conocimientos novedosos y una mirada original del mundo. Sin embargo, advierten sobre un mercado laboral cada vez más competido al regresar, que, en ocasiones, no logra absorber o recompensar el nivel de especialización adquirida.

Salir del país para volver mejor

Para muchos, irse a estudiar fuera de Colombia es una forma de mejorar el perfil laboral y hacerse más competitivos al volver. 

Laura Constaín es uno de esos casos. Inicialmente quería irse a México a estudiar una maestría en ingeniería civil en una universidad pública que no le saliera muy cara. Pero después de decidirse a sacar un crédito de estudio, terminó en la Universidad de Michigan, en 2008. Desde el 2010, cuando volvió al país, le tocó asumir una deuda de alrededor de 122 millones de pesos con la tasa de cambio de ese tiempo, pero cree que los trabajos que pudo conseguir gracias a su título le sirvieron con creces para pagar la deuda y mejorar su perfil laboral.   

“Como yo ya tenía experiencia trabajando en ese campo, sabía que iba a poder pagar los créditos. Mi mamá estaba muerta del susto porque en la generación de ella la gente no acostumbraba a endeudarse tanto, pero a mí me sirvió porque volví -huyendo de una crisis económica en Estados Unidos que hacía difícil que lo contrataran a uno allá- y de una pude trabajar en una consultora de estructuras civiles y como profesora en la Universidad Piloto”, dice. 

Para Constaín es claro que esos trabajos no los habría conseguido tan fácil si no hubiera hecho su posgrado fuera del país. A pesar de que no hay datos discriminados sobre si hay diferencias en términos de salarios por estudiar por fuera o hacerlo en Colombia, sí es cierto que hay una relación entre mejores salarios y mayores niveles de formación.

“Yo recomiendo estudiar por fuera porque creo que en Colombia estamos todo el tiempo pensando en que nuestros problemas son únicos. Y de pronto uno sale y se da cuenta de que hay muchas cosas en común con otros países: tanto los problemas como las soluciones”

Por ejemplo, en 2019, según el Observatorio Laboral Para la Educación del Ministerio de Educación, los graduados de programas de posgrado cotizaban sobre ingresos que oscilaban entre 3.300.000 pesos y 3.600.000 pesos para el nivel de maestría, y entre 5.700.000 pesos y 6.700.000 pesos para doctorado. 

Juliana Uribe Villegas es economista de la Universidad de los Andes y se fue a Harvard a estudiar una maestría en Administración Pública en 2012. Es la fundadora y directora de Movilizatorio, un laboratorio de innovación social y de participación ciudadana.

Para ella, lo mejor que le dejó estudiar por fuera fue enfrentarse con una mirada global.

“Yo recomiendo estudiar por fuera porque creo que en Colombia estamos todo el tiempo pensando en que nuestros problemas son únicos. Y de pronto uno sale y se da cuenta de que hay muchas cosas en común con otros países: tanto los problemas como las soluciones”, dice.

De hecho, gracias a su experiencia por fuera se le ocurrió la idea de crear Movilizatorio. Fue en Estados Unidos donde conoció proyectos como Purpose o Move On que la inspiraron. “Movilizatorio nació con la idea de experimentar con soluciones existentes, pero también construyendo sobre lo que ya existía internacionalmente sin tener que inventar la rueda desde cero en Colombia”.

Jaime Soto, de 23 años, se fue a estudiar en 2017 a Full Sail, en Florida, una universidad enfocada en tecnología, medios y arte. Desde pequeño fue un aficionado a los videojuegos y quiso proyectarse profesionalmente en ese campo. “Pero en Colombia no había mucha cancha para eso. Acá se estudia ingeniería de sistemas o ingeniería mecatrónica, pero no hay nada enfocado hacia el desarrollo de videojuegos”, explica Soto.

Esta experiencia le permitió “salir de su burbuja” y abrir la mente: “Uno se limita a la familia, a la gente del colegio, y todos están en una situación muy similar. Pero cuando fui a la universidad me encontré con gente que venía de todas partes, de diferentes edades y con historias muy distintas”.

Hoy en día trabaja virtualmente desde Bogotá como desarrollador de videojuegos para un artista en Estados Unidos, y con lo que gana allá puede vivir muy bien acá.

El regreso no es tan fácil como parece

Con un mercado laboral más calificado académicamente (Colombia pasó de tener ocho doctores por cada millón de habitantes en 2015 a tener 16 por cada millón en 2019), también aumenta la competencia.

Carlos Mario Lopera, director del Observatorio de la Universidad Colombiana, le ha hecho seguimiento a este tema y reconoce que si bien tener más educación incrementa un poco las posibilidades de empleabilidad, no necesariamente es garantía de ello.   

“Hay una decepción entre muchas personas frente al retorno de la inversión que hacen una vez se han endeudado para estudiar en el exterior, y esto se debe a que no hay una relación directa entre la inversión que se hace para estudiar y el salario que se van a ganar cuando regresen”, dice Lopera.

“Muchos de los que se van a estudiar fuera del país no han hecho proyección de inversiones y resultados que esperan obtener después de hacer sus estudios. Me dicen que se van a estudiar y yo les digo que lo piensen dos veces. Están más preocupados en irse y no tanto en volver”

Es el caso de María Alejandra Peñuela Hoyos, que tiene 31 años y actualmente está haciendo un doctorado en literatura hispánica con énfasis en literatura medieval española en la Universidad de Chicago, en Illinois. También hizo una maestría en Escrituras Creativas en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

María Alejandra quiere volver después del doctorado, pero las posibilidades de encontrar una plaza académica en una universidad de alto nivel son difíciles en su disciplina. 

“Yo amo Colombia, o sea, si yo pudiera volver y si las ofertas que he tenido por fuera las tuviera en Colombia, no me habría ido. Yo siempre me vi regresando a Colombia después del doctorado a trabajar en una universidad allá, pero hoy en día las cosas no pintan bien en el mercado laboral, y específicamente en mi campo (las artes y las humanidades) porque los trabajos que existen están muy mal remunerados”.

Isabel Londoño, una de las responsables de crear a Colfuturo en los años noventa (una institución con plata pública y privada que después de 30 años de funcionamiento ha dado créditos y becas a más de 20 mil estudiantes para estudiar fuera del país) dice que, como el mercado laboral es más competido, la carga de la responsabilidad a la hora de hacer estudios no recae tanto en las instituciones que dan créditos o en el Gobierno, sino en las mismas personas que toman esa decisión.  

“Muchos de los que se van a estudiar fuera del país no han hecho proyección de inversiones y resultados que esperan obtener después de hacer sus estudios. Me dicen que se van a estudiar y yo les digo que lo piensen dos veces. Están más preocupados en irse y no tanto en volver”, dice Londoño.

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