Por medio de este artículo queremos reconocer la labor realizada por el área de Gestión Documental de COLFUTURO con la inclusión, reflejado en la experiencia de Karen Natalia Quitián, aprendiz SENA, quien culminó con éxito su paso por el equipo.
Escrito por: Comunicaciones COLFUTURO.
Karen Natalia Quitián llegó a COLFUTURO en septiembre de 2024 para desarrollar sus prácticas como aprendiz SENA del Tecnólogo en Gestión Documental. Su condición de discapacidad auditiva (sordomudez) no fue un impedimento para adaptarse al equipo de trabajo y desarrollar su potencial profesional, acorde a las funciones que tuvo en COLFUTURO en el apoyo a las áreas de Gestión Documental y Administrativa.
Su llegada a la Fundación generó un interés en mejorar los mecanismos de comunicación en inclusión dentro del equipo, un proceso que lideró el área de Gestión Documental.
Durante su estancia, Natalia realizó un trabajo de digitalización e indexación (asignación de metadatos) de un lote de documentos de personas beneficiarias rechazadas y renunciadas entre los años 2000 – 2009, cubriendo más del 21 % del proceso para su carga en el gestor documental y afirma: “me sentí ser capaz de enseñarles a ellos los abecedarios y un poco de aprendizaje de señas. También de hacer movimientos con el cuerpo como forma de seña. Compartirlo fue encantador, me pude integrar. Fue un excelente equipo de trabajo. Sentí que era un buen trabajo y también me enseñaron paso a paso cómo hacer uso del computador”, reconoce Natalia.
“El área a la que fue asignada Karen en lugar de rendirse ante estas dificultades decidió tomar un enfoque proactivo. Para superar la barrera de la comunicación, se orientaron a aprender el lenguaje de señas, fue admirable verlos intentar una y mil veces. Al principio, fue complicado y desafiante, ya que la mayoría de nosotros no tenía experiencia previa con este lenguaje. A medida que pasaba el tiempo, se dieron cuenta de que este esfuerzo era crucial para hacerla sentir parte del grupo y asegurar que su voz también fuera escuchada, pues para el área el trabajo en equipo es vital.”, reconoce Cecilia Salgado de Huertas, directora administrativa de COLFUTURO.
“Fue valioso conocerla, una niña dulce que siempre se ganó nuestro corazón y voluntad. Estaba dispuesta a entender, a aprender, pero con la convicción de que su idioma principal es el lenguaje de señas y no el verbal”, así la describe Rocío Sandoval, directora del área.
A su llegada, el equipo se dispuso a aprender, entender y conocer mejor a Natalia para facilitar su integración. Por eso, el lenguaje de señas se convirtió en una herramienta clave para la comunicación y para que su trabajo fuera más eficiente.
“El mayor reto fue la comunicación cuando llegó. Sin embargo, superamos esta dificultad cuando aprendimos a reconocer las señas que usaba con más frecuencia y logramos establecer una comunicación más fluida. En un espacio que tuvimos a la hora del almuerzo, ella me enseñó el abecedario en señas, le decía letra por letra y ella me lograba entender y yo a ella”, explica Lizeth Orozco, asistente de Gestión Documental.
En el trabajo de digitalización, era clave diferenciar los tipos documentales de los archivos. Allí diseñaron un mecanismo visual y asociativo para facilitar el proceso y la interpretación de documentos.
Inicialmente, pensaron en un mecanismo de transcripción de voz a texto para explicar las tareas, pero luego se identificó que Natalia leía rápidamente y comprendía mejor ciertos conceptos a través de palabras clave.
“Al principio pensé en un mecanismo que permitiera explicarle lo que debía hacer a través de la transcripción de voz a texto, pero luego me di cuenta junto con Lizeth, que Natalia leía bastante rápido. Luego de entrar más en confianza, entendimos que no comprendía los textos compuestos, sino que comprende la lectura de ciertas palabras y desarrolla la idea según los conceptos de las palabras que entiende. Por ende, fue importante el saber qué palabras y frases se podían construir para que nos comprendiera sin ningún problema”, recuerda su compañero Andrés Bustos, asistente del área de Gestión Documental.
Rocío también implementó ejercicios didácticos con un diccionario para ampliar el vocabulario y mejorar la comprensión de significados. “Creo que mi rol fundamental fue motivarla a hacer del español su amigo y a tratar de aprender más en cada nueva circunstancia desconocida. Buscar alternativas que le permitan comunicarse mejor por escrito para que su vida profesional tenga otros entornos de comunicación donde ella pueda destacarse”.
Para optimizar su trabajo, Andrés diseñó un formulario de selección múltiple con ayudas visuales, permitiendo una clasificación documental más intuitiva. “Buscamos un mecanismo que permitiera hacer mucho más gráfico este proceso, colocando los tipos documentales en una lista desplegable. Con ayudas visuales, creé un formulario de captura de metadatos para que no tuviera confusión de estos y estaba muy atento a las preguntas que ella tuviera, en especial cuando se trataba de documentos que estuvieran en otro idioma porque no comprendía muy bien y le generaba confusión”, agrega Andrés.
La paciencia y la disposición de Natalia facilitaron la interacción con el equipo. “Logramos aprender rápidamente las palabras más concurridas que estuvieran ligadas a las actividades que hacíamos en nuestro día a día. De igual forma Natalia creó una seña para cada uno de nosotros y cada vez que hacía ese gesto entendíamos a quién se referiría o a qué hacía referencia”, agrega Andrés.
“¡Cada miembro del equipo estaba dispuesto a aprender y practicar nuevas señas, entendiendo que la comunicación no es solo una cuestión de hablar o escribir, sino también de entender y adaptarse a las necesidades de los demás, esta es la verdadera inclusión! En lugar de considerar la falta de habilidades escritas como un obstáculo insuperable, decidieron verlo como una oportunidad para crecer, para ser más inclusivos y para aprender una forma de comunicación diferente que nos permitiría conectarnos más profundamente y que ella fuera parte activa de los equipos”, explica Cecilia Salgado.
Lizeth destaca la relación de confianza que se generó: “Conectamos como compañeras de trabajo y podíamos comunicarnos de diferentes maneras. Ella es una chica muy risueña y eso hizo que pudiéramos entablar una comunicación y relación con más confianza”.
Así recuerda Rocío todo el proceso: “Creo que el mejor lenguaje que existió para nuestra comunicación fue el cercano al corazón, es decir, tratar de explicar con señas, no las técnicas de dicho lenguaje, que no se me dio tan fácil para aprender, pero algunas cosas que ella me enseñaba las aprendía y las replicaba y otras las escribía o las señalaba en tablas gráficas que diseñamos para que preguntar fuera más fácil. Creo que esto nos ayudó mucho”.
La experiencia con Natalia generó reflexiones sobre la importancia de fortalecer la comunicación inclusiva en el entorno laboral al interior de la Fundación.
“Romper las barreras del lenguaje para poder interactuar, buscar alternativas y sobre todo ayudarla a ir más allá. A cuestionarse, a reflexionar y a retarse. Esa fue mi mayor motivación. Tratar de que ella se viera valiosa a sí misma y que trabajara duro por lograr cada día superar sus dificultades del lenguaje”, reconoce Rocío.
Un frente a reforzar puede ser la capacitación en otras formas de comunicación y el uso de estrategias que vayan encaminadas en ese sentido.
“La capacitación es fundamental para poder entender el lenguaje de señas. Sería bueno fortalecer esos conocimientos en la educación para el trabajo y el desarrollo humano. Tener conocimiento de los diferentes tipos de población y de las discapacidades que existen. No solo de la condición de discapacidad auditiva, ya que hasta la forma en la que nosotros nos referimos a las personas puede llegar a ser ofensivo por desconocimiento. Con Natalia aprendí que la palabra ‘sordomudo/a’ puede llegar a ser discriminativa porque es un adjetivo que tiende a usarse de forma despectiva”, agrega Andrés.
“A través de este proceso, no solo logramos una mejor interacción con ella, sino que también creamos un ambiente más empático y respetuoso, donde cada miembro del grupo sintió que su aporte era valioso, independientemente de las barreras iniciales. La habilidad de aprender algo nuevo, como el lenguaje de señas, transformó la experiencia y nos unió de una manera que no habríamos logrado solo con palabras. Nos demostró, una vez más, que la voluntad es un motor muy fuerte para generar cambios en nuestro entorno”, finaliza Cecilia Salgado.
La voluntad, a distintas escalas y expresada de distintas formas, desplegada por Rocío, Lizeth y Andrés hicieron que el paso de Natalia por COLFUTURO fuera una experiencia de aprendizaje y avance en doble vía. Tanto para Natalia y su desarrollo profesional, como para ellos, que entendieron que lo que se hace con cariño y entrega puede transformar vidas y ayudar a quienes lo necesitan.